Comienzo el viaje con el recuerdo de las palabras de Epstein, quien definió la fotogenia como “cualquier aspecto de las cosas, de los seres y de las almas que aumenta su calidad a través de la reproducción cinematográfica”. Desde ese punto de vista, creo que pocos discutirían la fotogenia de Irlanda. Este país ha sido escenario y objeto de tantas películas, que hay críticos que han llegado a decir que ha perdido la nacionalidad cinematográfica a cambio de convertirse en género.
El paseo comienza en la ciudad que es lugar de la madre de todos los paseos, el que se celebra cada 16 de junio en Dublín, el “Bloomsday”. Este evento recrea el itinerario descrito en la novela Ulises de James Joyce, obra que ha tenido su correspondiente adaptación cinematográfica: Bloom.
Sin embargo, no es este evento ni esta película la razón para acercarnos a Dublín. A pesar de lo importante que ha sido Ulises para la historia de la literatura, vamos a la búsqueda de otro libro que nos refiere a un acontecimiento mayor para la historia de la cultura: hablamos del Libro de Kells, que puede ser admirado en la maravillosa biblioteca del Trinity College. Este libro es uno de los manuscritos de arte religioso más importantes de la Edad Media, y también cuenta con película propia: El secreto del libro de Kells, obra de animación que fue nominada al Óscar y que nos cuenta las peripecias de uno de los monjes que habitaban en el monasterio donde se escribió.
Lo que no es una película es la relación, como decíamos, de este libro con un momento nuclear de la cultura europea. Y es que mientras el Imperio Romano de Occidente caía, y la cultura clásica era una de las primeras víctimas del caos subsiguiente, en Irlanda los monjes se dedicaron al arduo trabajo de copiar toda la literatura de Occidente a la que tuvieron acceso. San Patricio, el patrón irlandés, fue una figura determinante en esta labor.
Sin esos monjes irlandeses viajeros, el mundo sería diferente
El espíritu emigrante irlandés va a tener una primera manifestación en los viajes que estos monjes realizarían no solo hacia Gran Bretaña, también hacia Europa continental, desde Francia hasta Rusia. En estos viajes, llevaron los manuscritos que luego serían copiados y copiados en monasterios y centros religiosos de toda Europa. Es, por ello, que los historiadores señalan que sin esos monjes irlandeses viajeros el mundo sería diferente.
El viaje, la emigración, han sido señalados por el actual presidente irlandés como algo característico de su pueblo. Para esta comunidad, existe una propensión, bien por necesidad o bien por elección, a ser gente emigrante, lo que ha dado lugar a que en la actualidad existan más de setenta millones de personas que tienen ancestros irlandeses.
La industria cinematográfica estadounidense ha dedicado un buen número de películas a la inmigración irlandesa, debido al peso de dicho fenómeno en la historia americana. Esta tradición ha tenido muchos rostros. Entre los más conocidos, el de Tom Cruise que en Un horizonte muy lejano protagoniza la historia de un campesino que busca una tierra que llamar suya. Y es que en la Irlanda del siglo XIX, la tierra agrícola pertenecía a los aristócratas británicos y los irlandeses eran sus aparceros.
Estos aparceros estaban sujetos a impuestos como el llamado “Window tax” (Impuesto sobre ventanas), que provocó que estas fueran clausuradas y que en las viviendas la única luz entrara por una puerta que se había cortado por la mitad, para poder tener al menos una apertura al exterior. Dicho impuesto daría lugar en Irlanda a la expresión “daylight robbery” (el robo de la luz del día).
Estos aparceros estaban sujetos a impuestos como el llamado Window tax
La pobreza no era solo exclusiva del campo. La película Las Cenizas de Ángela nos cuenta, desde la tristeza de los ojos del niño Joe Breen, las duras condiciones de vida que acompañaban la vida ciudadana de una familia emigrante que vuelve a Irlanda después de haber intentado forjarse una nueva vida en Brooklyn. Esta obra, basada en la autobiografía de Frank McCourt, añade al drama del desplazado el del conflicto nacional por excelencia, al ser su padre norirlandés, circunstancia que produce el rechazo familiar.
Como vemos, la emigración tiene muchas trayectorias, no siempre significa integración y una nueva vida en la patria de adopción. A veces, es simplemente un escalón camino del objetivo final, la vuelta al país de origen con algo de dinero en el bolsillo. Así lo hace John Wayne, en la piel de un exboxeador que vuelve para reclamar la granja familiar, en El hombre tranquilo. Este clásico, según palabras de su protagonista Maureen O´Hara: “fue la primera gran película sobre Irlanda, mostrando su belleza y compartiendo sus tradiciones y costumbres con el resto del mundo”.
Pero este filme hizo mucho más que crear la imagen de ese paraíso rural lleno de gente alegre y amistosa. El director, John Huston, transmitió también con toda la fuerza de su genio el sentimiento de “volver al hogar” que animaría a tantos viajeros a tomar rumbo a Irlanda y, en concreto, a Cong, el pueblo que, bajo el nombre de Inisfree, aparecía en la película. Un pueblo convertido en destino turístico desde ese 1952, algo que atestiguan los bares y comercios que replican nombres y referencias a la película. Aunque uno de los mayores encantos del lugar no sea precisamente el Museo del Hombre Tranquilo, sino ver pasar los ríos que hacen de este pueblo una isla, desde el parque que rodea las viejas piedras del monasterio de Cong.
Huston inauguró una visión de Irlanda que tendría una notable influencia en filmes posteriores, especialmente aquellos de temática romántica que hacían del país el destino donde los protagonistas no solo podían conocerse como PS I love you, Las leyes de la atracción o Leap Year, cuyas localizaciones son un verdadero must a la hora de visitar la Isla Esmeralda, como Glendalough, el sueño de los amantes de lagos misteriosos y cruces celtas o Kylemore Abbey. Este lugar, un castillo del siglo XIX transformado en abadía, tiene además una historia romántica que se desarrolla en la cripta construida en sus jardines y que está a la espera de convertirse en fotogramas.
Un viaje por la isla se ve siempre acompañado por la conciencia de dos Irlandas
Pero no todo es romance y emigración. Un viaje por la Isla Esmeralda se ve siempre acompañado por la conciencia de dos Irlandas, especialmente este año, en el que la República de Eire celebra el centenario del Levantamiento de Pascua, que aceleró su independencia del Reino Unido. A este respecto, Joseph O´Connor opina que “Irlanda es un país en guerra con su pasado, o al menos con las versiones del conflicto de sus diversos pasados “. No hay mejor lugar donde comprobarlo que en la cárcel de Kilmainham de Dublín, un símbolo para los irlandeses, dado que fue allí donde estuvieron encarcelados varios de los líderes de la independencia. De hecho, uno de sus últimos huéspedes fue Eamon de Valera, el primer presidente de la República. La cárcel ha sido escenario realista de un buen número de películas sobre la lucha por la independencia irlandesa, como El viento que agita la cebada o Michael Collins. Esta última nos ofrece un denso relato de los hechos que condujeron a la separación de Irlanda del Reino Unido, a través de la figura de Collins, quien fue uno de los fundadores del ejército republicano irlandés (IRA), y que moriría asesinado en la Guerra civil irlandesa (1922-23).
Belfast es también conocida como la ciudad donde se construyó el Titanic
Una rama del IRA estará precisamente entre los protagonistas de una contienda posterior y más tristemente célebre, la conocida como conflicto norirlandés, o, como es llamado localmente “the Troubles”. Este conflicto se inició en 1968, y acabó con el Acuerdo del Viernes Santo de 1998. Un enfrentamiento básicamente político, entre partidarios de la incorporación del norte de Irlanda a Eire y aquellos norirlandeses que querían seguir siendo británicos, pero que cobraría también cierto tinte religioso al ser mayoritariamente católicos los primeros y mayoritariamente protestantes los segundos. Como todo gran drama humano, este también ha tenido su traducción cinematográfica, desde muy diversos enfoques, de ahí la larga lista: En el nombre del Padre, Juego de Lágrimas, Hunger son solo algunas de las aproximaciones. Otro filme que pertenece a esta temática, concretamente al proceso de paz, es Titanic Town, que destacamos principalmente por su título, ya que Belfast es también conocida como la ciudad donde se construyó el mítico barco.
La segunda propuesta es el Museo del Titanic. Lo que sobre el papel parece un ejemplo de oportunismo turístico, es en realidad una muestra de inteligencia en cuanto a diseño y concepción del mismo, que puede interesar no solo a los fans de “esa” canción de Celine Dion, sino también a los amantes de la historia en el sentido más amplio del término. Porque este centro de seis plantas (replicando la altura del barco), aprovecha el concepto “Titanic” para contarnos mil historias: la de la revolución industrial que dio prosperidad a la ciudad, las de los trabajadores que participaron con precisión y orgullo en la construcción de la nave o las historias dramáticas de los miembros de la tripulación y del pasaje.
Podríamos decir que se trata de un museo dedicado en realidad al ser humano y a su incansable apetito de mejora, ya sea desde un punto de vista técnico, ya sea desde el punto de vista del emigrante. No olvidemos que el Titanic fue parte de esa estirpe de grandes barcos diseñados para el entonces próspero transporte de emigrantes hacia América que mencionábamos antes. Pero hay también otra faceta humana que el museo refleja y es la atracción por la tragedia, por conocer cómo otros seres humanos actúan ante el final con mayúsculas.
La capital de Irlanda del Norte fue el escenario de algunos de los más sangrientos episodios del conflicto, por lo que ha aprovechado la firma del tratado de 1998 para llevar a cabo un importante proceso de modernización. Para el visitante, Belfast ofrece hoy dos interesantes propuestas turísticas. La primera se podría calificar como turismo de conflicto y ofrece recorridos centrados en los escenarios del mismo, como el Muro de la Paz, o Shankill Road entre otros. Son paseos que se realizan en los famosos Black Cab Tours, que varias empresas organizan, y que tal vez obligan a la reflexión de qué es turismo en realidad.
Los fans del Titanic no son los únicos que Irlanda acoge estos días. De hecho, podríamos decir que en la actualidad hay otro fenómeno que está atrayendo un número mayor de visitantes a la Hibernia que llamaron los romanos. Nos referimos a Juego de Tronos.
La Irlanda verde y brumosa de los mitos (…) se ha convertido en la tierra de los Siete Reinos
La Irlanda verde y brumosa de los mitos, la de los castillos en ruinas y acantilados salvajes se ha convertido, a los ojos de millones de espectadores, en la tierra de los Siete Reinos. Concretamente es Irlanda del Norte el lugar elegido, tanto en exteriores como en los decorados de los Estudios Titanic de Belfast. Una región que, en su necesaria búsqueda de oportunidades de desarrollo, ha creado una verdadera industria de entretenimiento en torno al fenómeno masivo que es la serie, ofreciendo tours por todas las localizaciones y también la posibilidad de acompañarlos con el adecuado atrezzo de capas y espadas para el obligado selfi.
También en la costa norte y, muy cerca de los escenarios de la serie, está la Calzada de los Gigantes, miles de bloques basálticos que surgen del mar para llevarnos camino de otras islas lejanas y que no necesita de excusa cinematográfica para ser una visita inolvidable.
Elijas el recorrido que elijas hacer por la Isla Esmeralda, siempre te saldrá al encuentro, desde la puerta de cualquier pub, la música irlandesa. Al igual que sus creadores, esta música tiene diseminados a sus nietos por otras partes del mundo, siendo los más conocidos aquellos que, en Estados Unidos, participaron en la génesis del country. Pero volvamos a Eire y concretamente a Dublín, donde en la zona de Temple Bar puedes disfrutar de voces, guitarras o armónicas casi 24/7. Dublín es también la ciudad donde se filmó The Commitments, uno de esos fenómenos cinematográficos que consigue vender millones de entradas y discos, en este caso con la historia de unos jóvenes desempleados aficionados al soul, y cuya banda sonora vive de la música del otro lado del Atlántico. Un océano muy pequeño para los irlandeses que viven, física o sentimentalmente, con un pie en cada orilla.
También los irlandeses y los españoles estamos unidos por el mar que separa nuestras costas. Y no me refiero a la invasión de estudiantes que se produce todos los veranos y que llena O´Connell Street de voces hispanas, o la de los irlandeses que ponen su toalla en alguna de nuestras playas; sino a una relación más cercana de la que pensamos y que tiene entre otros hitos la presencia de gentes llegadas de España entre los primeros pobladores de la isla, o la relativamente más próxima en el tiempo, la participación, ya desde el siglo XVI, de irlandeses en los ejércitos españoles, que daría lugar a la creación del batallón irlandés compuesto de cinco regimientos, el Hibernia, el Irlanda, el Limerick, el Waterford y el Ultonia. Este último aún es recordado en Gerona como homenaje a los soldados que defendieron la ciudad sitiada frente a las tropas napoleónicas.
Vamos a terminar nuestro recorrido, no con el eco de conflictos pasados, sino con la armonía de la que tanto gustan los irlandeses, en este caso, la armonía de otra de sus tradiciones: las bendiciones. Quisiera dedicar una de las más antiguas a todos los que habéis estado paseando conmigo:
“Que el camino salga a tu encuentro. Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos. Y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te sostenga suavemente en la palma de Su mano. Que vivas por el tiempo que tú quieras, y que siempre quieras vivir plenamente.
Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron, pero nunca olvides recordar aquellas que te alegraron. Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos, pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron fieles. Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron, pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día. Que el día más triste de tu futuro no sea peor que el día más feliz de tu pasado”