Es fácil encontrar algo alegórico en cualquier muerte prematura. Situémonos, por ejemplo, en la fastuosa ciudad de Los Ángeles y pongamos que la víctima cuenta con 23 años. El joven yace en una enorme avenida de nombre Sunset Boulevard y se convulsiona espasmódicamente a las puertas de un local llamado The Viper Room. Mientras se debate entre la vida y la muerte ante la indiferencia de la ciudad, el futuro del cine se convierte súbitamente en pasado que esconder a la luz pública. La icónica muerte de River Phoenix desprende simbolismos desde cualquier perspectiva. Es difícil aventurar quién sería hoy en día, pero sobre todas las sombras que tiñen su figura desde aquel fatídico Halloween de 1993 se imponen las luces que dejó su vida. Ésta es la historia de River Phoenix, estrella con luz propia que aún continúa brillando.
¿Qué puede mover a la industria cinematográfica a borrar del mapa a una de sus gallinas de los huevos de oro? Por un lado, evitar centrar el debate sobre otro juguete atropellado, utilizado y, en definitiva, roto por los intereses económicos de una máquina monstruosa que nunca se detiene por más vidas que destroce. Por otra parte, se había vendido durante años una imagen sesgada del chico, perfil que había sido explotado y que con la trágica muerte de Phoenix se reveló no corresponder con la estricta verdad. Lo que estaba en juego era la credibilidad de la industria. Show must go on.
Sólo hubo un factor que la maquinaria de Hollywood no pudo controlar. Pensaron que Phoenix era un fenómeno adolescente, puede que uno de los pocos que finaliza con éxito su transición a la vida adulta, pero al fin y al cabo un ídolo creado por ellos mismos. Sin embargo, resultó no tener los pies de barro. ¿Cuál era la variable que no habían tenido en cuenta? River Phoenix tenía carisma. Muchos de los grandes hombres de Hollywood quedaron profundamente conmocionados por el fatal desenlace del actor. Que la suya sea una historia tristemente repetida no evitó que quienes habían tenido la oportunidad de conocerle y trabajar con él se vieran atrapados por su fascinante red. Todos decidieron ignoran la misión de olvidar que se les había encomendado, aunque es justo reconocer que el inexplicable afán por silenciar el recuerdo de River Phoenix lo convierte en un personaje aún mucho más misterioso. Tras ceder a las presiones, el 18 de noviembre de 1993 la Paramount organizó en sus estudios una pequeña ceremonia para el recuerdo del actor. El acto se alargó durante horas mientras los aún desolados e incrédulos asistentes se pasaban el micrófono comentando sus vivencias con River. El ambiente, casi dos meses después de su muerte, fue terrorífico. Sin ningún tipo de repercusión pero con testimonios vitales devastadores, ésta fue la tímida aunque sincera despedida de la industria cinematográfica. Fuera de los estudios, River estaba más presente que nunca: The Viper Room se había convertido en un auténtico altar y lugar de peregrinaje. Sin Internet ni cobertura mediática, ¿cómo puede explicarse semejante conmoción colectiva?
Lo que estaba en juego era la credibilidad de la industria.
Show must go on
Centrémonos primero en la figura estrictamente interpretativa de River Phoenix. A la fecha de su muerte había trabajado en catorce largometrajes para el cine, dos para televisión y otras siete producciones más. La interrumpida Dark Blood se terminó en 2012 tras un crowdfounding soportado masivamente por los seguidores del actor y envuelto en enormes polémicas legales. Fue presentada en el Festival de Berlín de este año – siendo la crítica bastante pobre – y aún está pendiente su salto a la gran pantalla. Personalmente, sería su primer estreno al que podría asistir (si la película llega a España, claro), lo que me hace una particular ilusión más allá de la calidad de una cinta huérfana de sus escenas más importantes. Porque es su último trabajo. Y yo soy muy mitómano.
¿Hace mucho que admiro a River Phoenix? La verdad es que no. Todo lo que conocía de su trabajo hasta hace muy poco estaba almacenado en algún lugar de la memoria al que he vuelto a tener acceso recientemente. Sabía quién era Chris Chambers como debería saberlo cualquier niño crecido en los ochenta/noventa, pero desconocía quién le daba vida en pantalla. Hasta hace tres años, todo cuanto sabía de River Phoenix es que había fallecido por sobredosis y que era el prometedor hermano mayor de Joaquín. Pero eso cambió en cuanto el azar me reveló la conexión entre Chambers y Phoenix y el interés fue en aumento. Descubrir a un mito de manera consciente, es decir, sabiendo de antemano que ha conseguido trascender, es una prueba de fuego para su auténtico valor y Phoenix la superó de una forma asombrosa y fascinante. Por favor, vean sus películas.
Ver a River Phoenix en escena es lo más impactante y sobrecogedor que ha visto quien escribe. Y les prometo que no he visto poco cine. Se trata de un maestro de la interpretación, un mago capaz de salirse de sí mismo y meterse por completo dentro de un personaje. Lo que este hombre hacía durante un rodaje era, literalmente, transformarse. Un monstruo que acabó pagando semejante desafío a la física. Stanislavski se le quedó pequeño. Si hay algún aspecto concreto que destaque ese talento natural para interpretar son sus silencios. River Phoenix no necesitaba grandes frases, es en la ausencia de diálogo cuando sus personajes se hacen fuertes, toman forma. Qué pocos han sido capaces de construir un personaje apoyándose en los ojos. Mientras con un buen actor aspiramos a conocer al personaje, con River sentimos lo que siente, vemos lo que ve, pensamos lo que piensa; llegamos a convertirnos en él, también nosotros. Su magia residía en la constancia, en el paso del metraje. Se trataba de un actor de grandes papeles más que de grandes escenas. Es difícil de explicar. ¿Conocen esas particularidades tan propias de los trabajos de Joaquín Phoenix, ese estilo tan único de construir un personaje que tantos halagos y reconocimientos le ha valido? ¿Reconocen esa delgada línea en la que él se mueve con pasmosa facilidad para que sus ambivalentes personajes encuentren la lucidez y se desnuden emocionalmente ante nosotros? Sustituyan lo explícito de estas interpretaciones por magistral sutileza y tendrán a River Phoenix. Además, mejora a quien comparte plano con él y así lo reconocen los propios interesados; River llena la pantalla y lo hace también por los demás.
Sin embargo, hay un gran problema que se reproduce a lo largo de toda su filmografía: River Phoenix apenas sí consiguió no eclipsar un puñado de sus películas. Aunque escena por escena su presencia en pantalla fuese equilibrada, con el avance del metraje la fuerza que desprendía le hacía acaparar la película entera. Y ello acabó perjudicando el paquete global de muchos de sus trabajos. Por otra parte, pese a contar con memorables personajes a sus espaldas y haber trabajado con éxito distintos géneros, hay algo que le cierra el acceso al Olimpo del cine: River Phoenix nunca participó en ninguna obra maestra. Apostó por elegir sus personajes prefiriendo proyectos comprometidos a comerciales y a pesar de haber tomado parte en algunas grandes producciones nunca tuvo la oportunidad de firmar una cinta que vaya a pasar a la posteridad. Probablemente, lo más cerca de un trabajo icónico que estuvo River fue Stand by me (Rob Reiner, 1986), pero estamos hablando de una película de corte juvenil. Es, de hecho, una cinta excepcional y de auténtica referencia dentro del género, pero está lejos de la categoría de obra maestra. El otro papel que más notoriedad le proporcionó fue el de Mike Waters en My Own Private Idaho (Gus Van Sant, 1991). La interpretación, por la que fue galardonado en el Festival de Venecia, es seguramente una de las más rotundas, conmovedoras y memorables de los últimos años, pero gran parte de la repercusión de la película trae causa de su contexto homosexual. Se trata seguramente del mejor trabajo de Van Sant, pero es buen reflejo de la factura que su predilección por el cine independiente le pudo pasar a Phoenix.
Quizás la mejor película en términos globales en la que trabajó River fuese Running on empty. Ni que decir tiene que cuando Sidney Lumet se pone detrás de una cámara el resultado no puede ser menos que brillante. El papel de Danny Pope le valió la nominación al Oscar y al Globo de Oro con tan sólo 18 años, aunque el reconocimiento de su director fue probablemente el mayor premio de todos: «Su talento es genuino, no sabe cómo hacer algo que no sea auténtico. Pídele una actuación que no resulte veraz y encontrarás su mirada impotente en busca de ayuda. Posee una técnica sorprendente desarrollada por sí mismo, es increíble que nunca haya estudiado interpretación. Sería incapaz de ser mediocre aunque lo intentase». Lumet, palabras mayores. Dogfight, I love you to death, Little Nikita o The Mosquito Coast son también buenas películas, pero realizadas sin ninguna pretensión. Aunque la mayoría se siguen proyectando en televisión, es cuestión de tiempo que vayan desapareciendo.
Las mayores producciones de su filmografía son su aparición como joven Indy en la megamillonaria trilogía de Indiana Jones junto a Harrison Ford (quien le recomendó tras trabajar juntos en The Mosquito Coast), y su papel de informático en Sneakers, una fallida cinta con Robert Redford a la cabeza de un reparto estelar y en la que la crítica rescató a Phoenix (junto a Sidney Poitier) del naufragio de la película. Precisamente Poitier, doble ganador del Oscar y que trabajó con River en dos ocasiones, se refirió así a su trabajo: «Como actor, está naturalmente dotado. Al trabajar juntos en escena, no me estoy enfrentando a un actor que se apoya exclusivamente en la técnica, sino que tengo delante talento bruto y eso es muy estimulante para mí. River brilla, resplandece». Posteriormente, tras la muerte de Phoenix declaró: «Es incandescente».
«Se pasa el día haciendo preguntas realmente interesantes, la mayoría de las cuales soy incapaz de responder» Harrison Ford
Otro aspecto comúnmente señalado durante su carrera fue su disciplina de trabajo. Destacan las palabras de Rob Reiner, que le dirigió con apenas quince años: «Trabajar con niños te obliga a estar muy encima de ellos, pero River era sorprendentemente maduro. Era consciente de estar trabajando. Para mí fue extremadamente fácil a pesar de la dificultad de su personaje; sólo tuve que encender la cámara y dejarle contra la verdad». Durante el rodaje de The Mosquito Coast, Harrison Ford declaró: «No es sólo talento, River es además serio con su trabajo, muy competente y profesional. Es increíble que tenga sólo quince años. Siempre está pensando en cómo mejorar cada escena, prestando atención a cada detalle, buscando la ocasión para aprender. Se pasa el día haciendo preguntas realmente interesantes, la mayoría de las cuales soy incapaz de responder». Una buena muestra de la absoluta implicación de Phoenix en sus películas llega al espectador en películas como Running on empty o My Own Private Idaho. A Lumet le hizo modificar alguna escena porque opinaba que Danny actuaría de una forma diferente, por ejemplo, cuando es sorprendido al piano por Martha Plimpton. El guión no era consecuente con el espíritu del personaje y River no concebía interpretar algo que no resultase auténtico, honesto. Tal es así que todas las piezas de piano que Danny interpreta en la película de Lumet son ejecutadas por el propio River, que aprendió a tocar expresamente tan solo porque se negaba a fingir en pantalla que lo hacía. Era una cuestión de credibilidad. También convenció a Van Sant para modificar la sexualidad de Mike Waters y el director vio la oportunidad de dar otra dimensión a la cinta, pese a que veinte años después sigue considerándose universalmente como una película sobre la homosexualidad. Lo que se desprende de estos detalles es que además de un inagotable talento y una responsabilidad digna de elogio, River siempre se caracterizó por poner pasión en todo lo que hacía. Pero su pasión nunca fue el cine.
Desde que consiguió su primera guitarra, la vida de River quedó entrelazada para siempre con la música. Aprendió a tocar en las calles de forma autodidacta y encontró en el pentagrama la mejor manera de expresarse. Con el paso de los años, el cuaderno de notas y las seis cuerdas se convirtieron en el auténtico salvoconducto por el que poder ser él mismo y huir de la imagen que Hollywood le había creado. La guitarra pronto pasó de ser mera afición a refugio que se intensificaría con el tiempo. Para River supuso un auténtico shock la llegada de la popularidad, especialmente tras Stand by me. Un día hacía una sesión de fotos para una revista y a la mañana siguiente todo el mundo creía conocerle. En la lucha interior de cualquier adolescente por encontrar la propia identidad, resultó frustrante para River darse cuenta de que él mismo parecía ser el único que la desconocía. Hay un antes y un después del rodaje de A night in the life of Jimmy Reardon, que le ocasionó enfrentamientos directos con William Richert y la productora. Phoenix no compartía los valores que se transmitían y los consideraba nocivos para los adolescentes de su edad. Fue esa perspectiva de encontrarse en una situación de referencia la que le abrió los ojos y le determinó a intentar utilizar su posición para comunicar sus ideas sobre lo que debería ser un mundo más justo y mejor. Desde ese momento y por razón de sus convicciones fue etiquetado, no sin cierta sorna, como el chico sano y ecologista de Hollywood, pero al ser escuchado los medios empezaron a explotar esa imagen, juego al que Phoenix se prestó con cada vez mayor vehemencia.
De vuelta a la música, River poseía un inagotable interés por ella, lo que le llevó a moverse por ambientes musicales en los que pudo acercarse a las estrellas de rock y los grandes músicos del momento. Trabó amistad con muchos de ellos y siempre mostró curiosidad – uno de sus rasgos más dominantes – por cómo trabajaban y por aprender. Todo esto desembocó en la formación de Aleka’s Attic, banda de rock alternativo que impulsó junto a su hermana Rain. Además de guitarrista, Phoenix se erigió también en vocalista y compositor. Al contrario de lo que pudiera pensarse, el grupo dedicó muchas horas a ensayar a pesar de las dificultades de la agenda de River, cuyo compromiso con el grupo fue de dedicación casi absoluta. No lo dicen sólo los testimonios, sino la propia calidad de la música. Hay alguna buena muestra de ello en YouTube. La banda hizo giras de promoción y participó con asiduidad en conciertos benéficos. Incluso aquí estaba presente el activismo de Phoenix, que nunca permitió que apareciese su nombre en los carteles, pues quería triunfan por su trabajo y no por su fama. Aleka’s Attic llegó a firmar un contrato por dos años con Island Records, pero la grabación del disco en el que trabajaban tuvo que posponerse por los compromisos cinematográficos del actor. Después fue demasiado tarde. Aún así, la música de la banda es buen reflejo del polivalente talento y la desmesurada sensibilidad de River Phoenix.
Además de tocar el piano en Running on empty, dentro de su carrera en el cine River participó activamente en las bandas sonoras de A night in the life of Jimmy Reardon y The thing called love. En la primera, compuso y grabó un tema para los créditos (Hard to get) que finalmente sólo aparece en alguna de las versiones de la cinta, mientras que en la segunda, además de tocar y cantar varias canciones, compuso Lone Star State of Mind.
Como conductora o como centro de su vida, lo cierto es que la música representó la mejor herramienta de River para conocerse a sí mismo. Buscar el origen de esta relación nos llevaría probablemente a las calles de Venezuela, donde River y su hermana tocaban a principios de los setenta. Aquí es donde quiero detenerme. Todo a partir de este momento supone entrar en el ámbito más personal de River Phoenix, que es sin duda el más fascinante y revelador pero también el más propicio para sacar conclusiones equivocadas. Todo lo que hace diferente a River fuera de las pantallas debe ser puesto en perspectiva. Quizás sea la única forma de conseguir intuir una explicación a su carisma y a todo lo que significa. Es un hecho que existe un “fenómeno Phoenix” y el motivo es indescifrable, pero las claves están en su biografía. Hasta el momento se han publicado doce, catorce con el reciente lanzamiento de dos de ellas coincidiendo con el vigésimo aniversario de su muerte. Parece evidente que hay una historia que contar y gente que la quiere leer. Las biografías publicadas van desde las más amarillistas hasta las más blancas. Quizás la más completa y la que yo recomiendo sea la escrita por John Glatt. Si existe alguna posibilidad de entender la personalidad de River Phoenix es a través de sus páginas. Y si no lo consiguen, es lo más cerca que estarán. Lo que es inadmisible es quedarse en el anecdotario familiar: River, Rain, Joaquín, Liberty Butterfly y Summer Joy son los hijos de Heart y John. Incluso Joaquín llegó a cambiar su nombre por Leaf. Sus nombres son el primer aviso de que nada va a ser convencional en la vida de River Phoenix. Ni escuela, ni hogar permanente, ni autoridad paterna. Pero no se trata de la típica historia de orígenes humildes porque no hay pobreza ni miseria, sino convicciones morales y religiosas. La integración de los Phoenix como misioneros en la secta cristiana Children of God y su peculiar forma de entender la fe, el culto, el sexo y la vida es una de las mayores causas de controversia al hablar de River Phoenix. No se asusten si leen por ahí cosas espeluznantes sobre las prácticas de esta organización, al parecer los padres de River sabían lo que hacían en todo momento y tenían el control de la situación. O eso decían. ¿Estaban mentalmente equilibrados para sacar adelante una familia? ¿Forzaron a sus hijos a triunfar en el espectáculo? ¿Presionaban a Rain y River para que llevasen dinero a casa? ¿De verdad creían que su primogénito era un mesías que debía cambiar el mundo? ¿Fueron tan irresponsables y malos padres como se dice?
Ethan Hawke y Jason Presson se reían de él porque desconocía los grandes presidentes de la historia americana
A este respecto, no puede negarse que condicionaron la vida de sus hijos por su particular manera de entender el mundo, pero también es justo reconocer que los cinco han proclamado siempre haberse sentido muy felices y queridos en casa. Es indiscutible que todos han resultado ser personas íntegras, educadas e inquietas en términos intelectuales, pero puede haber mucho de circunstancial en los resultados. No parece de recibo que un niño americano de finales del siglo XX sea privado de ir al colegio. La primera ocasión en la que River se enfrentó a los hándicaps de su educación fue durante el rodaje de Explorers, donde coincide por primera vez con otros niños de su edad. Ethan Hawke y Jason Presson se reían de él porque desconocía los grandes presidentes y escritores de la historia americana, o cómo pronunciar palabras elementales. Por el contrario, River se asombraba de que sus compañeros no mostrasen interés alguno por la composición de su ropa, la proveniencia de lo que comían, o que no tuviesen una opinión formada sobre la situación de los indios navajos americanos o la tala del Amazonas. Carol Gans fue la tutora de los niños durante todo el rodaje: «Soy profesora; siempre digo que la educación es lo primero, pero trabajando con River comprendí que debe haber excepciones a la norma y que no todo el mundo necesita una educación en el sentido tradicional de la palabra. Hay gente que puede educarse a la perfección simplemente viviendo».
Si, en general, van a coger todas estas pinceladas y formarse una opinión preconcebida es mejor que olviden haber leído este artículo. Vean las películas, disfruten de las interpretaciones y olviden a River Phoenix. Comprender su figura requiere un esfuerzo, una compleja y difícil aproximación a todo cuanto le rodeó en vida. No le falten al respeto a quien ha trascendido globalmente. River Phoenix es misterio, es enigma, pero no es otro ídolo caído más. Únicamente pretendo que la figura de Phoenix llegué a más personas en una fecha, tras veinte años, propicia para ello. No digo que fuese el mejor actor. Lo único que sostengo es que tenía something, tenía whatever. No puedo acertar a precisar qué hay en River Phoenix que funciona como antídoto a la indiferencia. Hay una fuerza en su espíritu que lo hace deslumbrar aún después de muerto. El magnetismo de River es universal. Con el interés suficiente, uno puede llegar a creer que comprende sus manifestaciones y creencias, su sensibilidad, su fuerza y pasión por vivir. Y desde ahí, empezar a entender sus debilidades, miedos y tentaciones. Vulnerabilidad y sensibilidad son rasgos que difícilmente comparten las estrellas. Quizás por eso era más sugestivo que la mayoría. Conmovía con su pureza y enloquecía con sus conflictos. Buena parte de su corta vida la pasó atormentado, sufriendo en una lucha interior con sus propias contradicciones.
Moldeado desde el primer día por su propia familia y, posteriormente, por la industria del cine, es difícil determinar donde acaba el mito y empieza el hombre. Todas sus actitudes, obsesiones y respuestas ante la vida están relacionadas de un modo u otro con ese River fabricado. Fue su muerte lo que reveló que no todo se correspondía con la imagen que se había explotado. ¿Era un drogadicto o fueron otras las circunstancias que le llevaron a aquella noche en el Viper Room? ¿Por qué predicaba un modo de vida que parecía no conseguir poner en práctica? ¿Creía en él al menos? ¿Cuál fue la verdadera causa de su continuo tormento? ¿Qué hay detrás de sus premonitorias palabras en distintos momentos de su vida? ¿Por qué la autopsia y las diferentes versiones de los hechos no coinciden? Si algo está claro es que, al contrario de lo que se empeñan en repetir, River no necesitaba morir para ser libre. Tenía planes, proyectos. Creció y vivió bajo circunstancias que están más allá de la capacidad comprensiva de la mayor parte de nosotros. De una forma u otra, su vida nos dejó veintitrés años de river: un torrente de talento, curiosidad y sabiduría que besó, cual orillas, todos los extremos de la vida, permitiendo que a través de su humanidad, generosidad y empatía todos los habitantes de la ribera le sintiesen como propio. De momento, son ya veinte los años de phoenix, renacido de las cenizas para vivir nuevamente en un lugar en ninguna parte. Pero lo maravilloso no está aquí, sino en el proceso. La transformación del río desde su nacimiento, el por qué de cada uno de sus regatos, esconde la clave de todo este enigma.
Les invito a profundizar en la persona de River Phoenix. Descubran al hombre y entiendan el mito. Les garantizo que acabarán encontrando un pretexto para considerarlo una de las más fascinantes y paradójicas personalidades de nuestro tiempo. Resuelvan los misterios de su vida y de su muerte. Intenten comprender la causa de su condena al ostracismo mediático y decidan si guarda relación con su creciente popularidad. Descifren el icono. Sientan agradecimiento por el legado de lo que dejó y experimenten el odio al pensar en todo aquello que podría haber dejado. Conozcan la historia de quien sobrevivió a Mike Waters: River Phoenix, el auténtico River Phoenix.