«Hay un momento en que todos los obstáculos se derrumban, todos los conflictos se apartan,
y a uno se le ocurren cosas que no había soñado, y entonces no hay en la vida nada mejor que escribir.»
Gabriel García Márquez
Le conocí una tarde de verano. Desde siempre me había gustado leer y mi hermano creyó que era el momento de que dejara atrás los libros infantiles y empezara con algo de verdad. Me llamó a su habitación y puso en mis manos un pequeño libro dorado. «Disfruta», me dijo sin más. Yo bajé la vista y en la portada leí «Relato de un náufrago, Gabriel García Márquez» y en letras rojas «Premio Nobel 1982». «La cosa promete», pensé mientras me tumbaba en la cama y comenzaba a leer.
Me hundí de lleno en la historia de Luis Alejandro Velasco, un marinero de la armada colombiana que durante un viaje de regreso a Colombia cae a las aguas del Caribe junto a ocho compañeros, arrastrados por la carga de contrabando que se soltó debido a la mar gruesa. Durante la narración, en primera persona, fui conociendo las claves de la supervivencia de Luis Alejandro, que pasó diez días a la deriva en una balsa, sin comer ni beber. El relato original fue publicado en 1955 por entregas en El Espectador de Bogotá, periódico que por aquel entonces daba trabajo a García Márquez. Colombia se encontraba bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla y el relato de denuncia de Gabriel y Luis Alejandro le costó el exilio al primero y la pérdida de la fama y el olvido al segundo, puesto que pese a las presiones y amenazas se resistió a desmentir una sola línea del relato.
Al acabar, me di cuenta de que a su lado había otro libro del mismo autor. […] A por él, pensé sin dudarlo
Después de la lectura el libro volvió a la estantería y García Márquez se perdió en el olvido. No nos volveríamos a ver hasta finales de mayo del 2007. El curso escolar estaba acabando y en una clase de literatura abordamos a los escritores sudamericanos del siglo XX donde García Márquez era el protagonista. Me resultó agradable estudiar a un viejo conocido. Decidí releer Relato de un náufrago, que a la postre sería mi libro favorito, y al acabar, me di cuenta que a su lado había otro libro del mismo autor, Crónica de una muerte anunciada. A por él, pensé sin dudarlo.
Acompañé entonces a Santiago Nasar durante sus últimas horas de vida y aunque el primer párrafo de la novela desvela totalmente el final me resultó imposible dejar el libro hasta la última página, en la que Santiago Nasar es asesinado para saldar una deuda de honor. La novela, escrita en forma de reportaje periodístico, está inspirada en un hecho real, ocurrido 30 años antes de la publicación de Crónica de una muerte anunciada. García Márquez fue posponiendo la publicación de la obra a petición de su madre, hasta que ninguno de los protagonistas del suceso viviera.
Tras estas dos novelas, García Márquez se convirtió en un amigo más. Comencé a interesarme por su vida y sus obras tanto literarias como periodísticas y entre todas había una que destacaba: Cien años de soledad. Rápidamente busqué entre la biblioteca de mis padres hasta que di con él. Era un ejemplar antiguo, con las hojas en un tono amarillento y el característico olor del papel viejo que para mí es embriagador.
Durante las madrugadas de esas vacaciones de verano visité Macondo, con la familia Buendía como guía turístico de lujo. A través de las páginas de Cien años de soledad fui observando la evolución de Macondo como metáfora de la evolución de toda América latina. Su fundación por la familia Buendía junto con otros pocos aventureros, las guerras impulsadas por el coronel Aureliano, la prosperidad del pueblo gracias a la compañía bananera y finalmente la decadencia y destrucción del mismo por aquel viento bíblico. Todo ello con el toque maestro de García Márquez y con el realismo mágico impregnando toda la novela. Cien años de soledad se convirtió en una obra de referencia, en palabras de Pablo Neruda «el Quijote de nuestro tiempo».
La biblioteca de mis padres ya no podía satisfacer mis ansias, así que poco a poco fui haciendo la mía propia
Tras la lectura de Cien años de soledad mi devoción hacia García Márquez era incondicional. La biblioteca de mis padres ya no podía satisfacer mis ansias, así que poco a poco fui haciendo la mía propia mientras iba descubriendo América latina de la mano de Gabo.
Sin embargo, García Márquez no dejó de lado sus experiencias en Europa, así en Doce cuentos peregrinos traslada el realismo mágico al viejo continente, a través de narraciones cortas e independientes. Desde la locura desatada por la tramontana en Cadaqués, hasta las cascadas de luz desbordadas de un piso de la Castellana, pasando por una misteriosa intérprete de sueños de Ginebra, un largo viaje en avión desde París a Nueva York o el terror de pasar una noche en Arezzo. En Doce cuentos peregrinos me encontré con un trabajo más dinámico. La brevedad de las historias se compensa con un gran ritmo narrativo y descriptivo a lo largo de todo el relato que invita a leerlo sin hacer pausas. Este trabajo no es la única incursión de Gabo en los cuentos, ya que a lo largo de toda su carrera escribió más de medio centenar siendo el género con el que, bajo mi punto de vista, mejor encaja el estilo mágico de Gabo.
Todas las novelas de García Márquez dejaron su huella en mí. A algunos les parecerá imperdonable que en este repaso no hablemos de la historia de amor de Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera; mientras que otros esperaban leer unas líneas sobre los últimos meses de Simón Bolívar en El general en su laberinto. Yo elegí aquellas que me han acompañado durante momentos clave en mi vida y sobre las que he vuelto varias veces; pero esa es la grandeza de Gabo. Como dijo Ángeles Mastretta: «uno quiere a Gabo como a la luna, porque le pertenece a cada quién de distinto modo y a todos tanto como quieran gozarla».
¿Por qué quiero yo a Gabo? Sencillamente por ese toque de fantasía sutil que impregna delicadamente cada novela sin alejarla por ello de un estilo verosímil y serio. El verano es una época que invita a la lectura relajada en la playa o a la sombra de un árbol del parque, si quieren poner un toque de realismo mágico en su vida dejense llevar por García Márquez. No puedo imaginar un guía turístico mejor.