No es inclasificable, es post-rock

No es inclasificable, es post-rock

Las conversaciones musicales, por norma general, suelen ser una lata. Lo que debería ser un intercambio formativo y cultural suele derivar en un desprecio por los gustos de tu interlocutor y en un realzamiento de los propios. Rara es la vez que alguien se encuentra con una persona con cierta actitud ecléctica, capaz de ignorar los defectos de tal estilo o tal grupo, y alabar las virtudes que poseen éstos, a pesar de que uno no tenga demasiado interés en la propuesta musical tratada.

Una de las grandes batallas que se libran en este tipo de conversaciones es la del género. No me refiero, naturalmente, a los géneros femenino y masculino (aunque he conocido casos muy específicos, como por ejemplo gente que no soporta a las vocalistas que cantan en español), sino a las categorizaciones que hacemos cuando hablamos de alguna banda en concreto. ¿Quién no se ha visto inmiscuido en una discusión sobre si este artista es progresivo, sinfónico, o ambas o ninguna, cuando incluso sea posible que apenas tenga claras todas las características de uno u otro?

El que atañe no es un caso tan concreto. Es un género que abarca desde composiciones clásicas a temas que en muchas ocasiones tocan tangencialmente el metal, que rayan lo ambiental, lo acústico, lo progresivo o lo electrónico; en definitiva, todo tipo de palos en el que el trabajo puede no tener cabida por no ceñirse a sus estrictas normas. Por ello aparece esta especie de cajón de sastre donde organizar todo ello: el post-rock. Alguno ya se habrá llevado las manos a la cabeza, o al sarpullido que le habrá salido después de leer estas dos palabras, que separadas son inofensivas pero que juntas son malditas. Como he dicho anteriormente, es la gran batalla donde una postura se postula contra la catalogación de cualquier trabajo bajo la etiqueta post, y que a fuerza tienen que entrar en otros estilos; la otra, simplemente se deja llevar sintiendo la necesidad de mantener cierta cordura -que no coherencia- a la hora de describir o hablar sobre unos grupos que quizás no tengan ni una sola característica en común, salvo pertenecer a esta pintoresca y variada amalgama musical.

La acuñación del término se la debemos al crítico Simon Reynolds, que la usó para describir el maravilloso Hex de Bark Psychosis en el año 1994. Podemos considerarlo un referente, pero no un precursor. En retrospectiva, se aprovechó la nomenclatura para describir a Slint y su Spiderland, o a Talk Talk y el The Spirit of Eden, ambos sí pioneros (aunque en esto de la música nadie hizo nada primero) y previos a la publicación de los londinenses. Lo teórico, si nos guiamos por la norma escrita, es que el post-rock se defina como una música hecha con instrumentos propios del rock pero que no son usados para el mismo fin, y que además difiere en la propia estructura de la canción rock.

Dejemos que el post-rock englobe todo ello, sin ataduras

Estamos en un tiempo en el que este tipo de música es aún de minorías, pero, afortunadamente para fans y artistas, se está abriendo paso cada vez más entre ávidos oyentes. En ello están influyendo multitud de factores: internet, sobre todo la plataforma bandcamp, donde el propio artista puede publicar sus creaciones sin necesidad de distribuidoras; discográficas que apuestan por estos nuevos estilos, como la histórica Constellation (Godspeed You! Black Emperor, Do Make Say Think), Sargent House (Russian Circles, And So I Watch You From Afar), la belga Dunk!Records (Kokomo, Ilydaen), de las pocas especializadas, o la española Aloud Music (Exxasens, o hasta hace bien poco, Toundra); y sobre todo la popularización de grupos como los americanos Explosions in the Sky o los escoceses Mogwai, cada vez más presentes en importantes festivales alrededor de todo el mundo.

Si existiera algún tipo de guía de iniciación, quizás esas dos últimas referencias estarían en la primera página de recomendaciones. Con esos dos ejemplos podemos comprobar la mencionada variabilidad del post-rock, desde la sencillez de los arpegios de los primeros, últimamente ligados al sub-subgénero crescendocore, a las explosiones sonoras de los segundos. Ambos están impregnados de instrumentalidad, sobre todo y más que ninguno Explosions in the Sky, pero no debemos olvidar que aunque es una característica mayoritaria, no es estrictamente necesaria. En el propio caso de Mogwai, hay temas en los que se añade incluso un acertado uso del vocoder. Siguiendo el mismo hilo prolifera hoy día el uso del spoken word, y existe también el recurso de insertar discursos o citas filmográficas, en su momento innovador pero que en esta época se está utilizando en demasía, llegando a provocar rechazo por falta de originalidad. En algunas ocasiones donde se da la inclusión de voces realmente son usadas como otro instrumento más, dando otra vuelta de tuerca y aumentando las posibilidades estilísticas del tema.

Muchos consideramos la falta de voz una de las virtudes que nos puede aportar este tipo de sonidos. Cada uno tiene la absoluta libertad de dotar de significado cada momento, cada minuto de la canción, y lo que para una persona puede ser un precioso momento de amor, para otro puede significar la melodía más triste del mundo. Otra de las ventajas que posee esta característica es que asegura una posibilidad de abstracción que otra música no te puede ofrecer, siendo ideal para aquel que realice tareas que no requieran demasiada concentración.

En resumen, si nos olvidamos de los prejuicios de etiqueta y afrontamos los miedos que nos pueden surgir si no estamos acostumbrados a la hora de escuchar canciones instrumentales, podremos descubrir todo un nuevo universo repleto de distintas posibilidades, donde seguro que cada uno encontrará su nicho perfecto, tanto si le gusta la electrónica, como las canciones más pop, el black metal o el rock progresivo. Dejemos que el post-rock englobe todo ello, sin ataduras, sin restricciones, como ha venido siendo hasta ahora.

(Foto de cabecera por Kmeron)