Hace unos años, la famosa fábrica holandesa de cervezas Heineken realizó una de las campañas publicitarias que más me han llamado la atención. Unos cuantos botellines de cerveza bajo el slogan “El origen de las redes sociales”. Irse de cañas es una de las mejores formas de socializar, y por tanto, me quito el sombrero ante el publicista de Heineken.
Me considero un entusiasta de la cerveza, siempre desde la moderación: no olvidemos que estamos hablando de una bebida alcohólica y que en grandes cantidades puede causar daños a tu salud, tu cartera y tu móvil. Pocos productos pueden ofrecer hoy en día el amplio abanico de variedades que ofrece el mundo de la cerveza, y no es muy descabellado afirmar que hay tantas clases como personalidades y que podemos encontrar el tipo de cerveza ideal para cada situación.
Se han realizado numerosas clasificaciones de las cervezas; sin embargo, en esta ocasión me gustaría plantear algo distinto. Cojamos la maleta, nos vamos de viaje. ¿La ruta? Seguiremos el color de las cervezas, desde el blanco hasta el negro, pasando por el rubio, naranja o rojo.
Acabamos de aterrizar en Bruselas. Estamos cansados después de un viaje largo. Tras darnos una ducha en el hotel y visitar el Atomium, entramos en un pub y, como no puede ser de otra manera en Bélgica, pedimos una Hoegaarden. Levantamos su característico vaso de base hexagonal para brindar y apreciamos su color blanco y algunos destellos dorados. Sí, habéis leído bien, existen las cervezas blancas y entre su clase, la Hoegaarden es sin duda la referencia. Esta cerveza blanca se caracteriza por su sabor suave y su gran poder refrescante. Una cerveza fácil de beber.
Las cervezas rubias son las más populares y es el color con el que el gran público asocia la cerveza
Después de unos días descubriendo los secretos de Bruselas llegamos a Praga. Tras pasear por sus puentes que cruzan el río Moldava acudimos a nuestra cita con una de las chicas rubias más guapas, la Budweiser checa (no confundir con su tocaya estadounidense), una cerveza suave, de color rubio intenso, con fuerte sabor a malta y un regusto amargo. Las cervezas rubias son las más populares y es el color con el que el gran público asocia la cerveza. La cerveza rubia está presente en todo el mundo, desde la fina Corona mexicana hasta la china Tsingtao pasando por la danesa Carlsberg o la australiana Fosters.
Nos despedimos de Praga prometiendo volver y con buenos recuerdos en la memoria, pero Alemania nos espera. Nuestra próxima parada es obligatoria para todos los amantes de la cerveza: llegamos a Múnich, y no podemos faltar al famoso Oktoberfest, donde la protagonista indiscutible es la famosa Paulaner. La Paulaner es la representante más destacada de las cervezas rubias de trigo, las cuales tienen un color anaranjado muy característico, un cuerpo consistente y con un sabor inconfundible con un perfecto equilibrio dulce-ácido. Una cerveza refrescante, ideal para las tardes calurosas de verano.
Después de nuestro periplo por Centroeuropa tenemos ganas de sentir cerca el Mediterráneo, así que decidimos visitar Granada. Tras visitar la famosa Alhambra, el calor de Andalucía empieza a apretar y nos refugiamos en uno de sus céntricos bares. Rápidamente nos dejamos cautivar por una Mezquita, la hermana pelirroja de la rubia Alhambra, aunque no goza de tanta popularidad como esta. La Mezquita es una cerveza fuerte, de color rojo cobrizo y con un sabor ligeramente ahumado. Ideal para un trago largo.
Abandonamos España y ponemos rumbo a Amsterdam. Tras dar un paseo en bicicleta por los canales, decidimos descansar un rato tomando un buen trago. Aunque Amsterdam es territorio Heineken, nos apetece algo especial y por tanto, pedimos una La Trappe. El nombre proviene de las abadías trapenses que han creado su sello particular de cervezas de las cuales están situadas en Bélgica, salvo esta, cuya producción se realiza en el monasterio holandés de Schaapskooi. La Trappe tiene un color caoba oscuro con un regusto amargo que se nota al final del trago, un intenso aroma afrutado y un sabor caramelizado otorgado por el tipo de malta empleada.
Al primer trago notamos su inconfundible sabor seco, amargo y con cierto toque a café
Es el momento de hacer la última escala de nuestro viaje: Dublín. La cita, como no podía ser de otra manera, es con la negra Guinness, la cerveza que ha conseguido convertirse desde 1759 en todo un símbolo del país. Entramos en cualquier pub con el característico estilo irlandés y pedimos una buena pinta, servida en dos tiempos como mandan los cánones. Una vez servida la dejamos reposar dos minutos mientras nos divertimos observando como la turbidez va dejando paso al color negro oscuro característico y a su cremosa espuma blanca por obra del nitrógeno gas. Al primer trago notamos su inconfundible sabor seco, amargo y con cierto toque a café. Sin duda alguna, esta cerveza es mi debilidad, perfecta para tomar tranquilamente apreciando todos los matices.
Hasta aquí nuestro particular viaje, en el que hemos visitado algunas de las grandes marcas de cervezas mundiales. Sin embargo, lo realmente bonito de un viaje es perderse por esos lugares escondidos y secretos que no suelen aparecer en las guías de viaje. En nuestro caso tenemos las cervezas artesanales, que alejadas de las grandes productoras ofrecen buenos productos de calidad con más toques personales y cuidados, siendo siempre una buena opción. Si tenéis ocasión de degustar una buena cerveza artesana no olvidéis pedir dos bien frías. ¡Salud!