Muchas veces se asocia la palabra “psicólogo” a esa persona que atiende a la gente con algún tipo de trastorno mental, la cual simplemente se sienta en un cómodo diván, y habla largo y tendido sobre lo que le pasa, mientras el profesional apunta y etiqueta a esas personas con trastornos complicados de nombrar y que encasillan para toda la vida. Ha habido personas que me han llegado a pedir que no los psicoanalice o que les cure su locura. Por tanto, que quede claro que en la Universidad de Psicología, una vez graduados, no nos dan el título junto con el manual Cómo leer la mente de otras personas solo con mirarle a los ojos (aunque en algunos casos vendría muy bien para entendernos mejor).
Yo soy psicóloga, y gracias a ello sé que esa no es la definición correcta – o mejor dicho, no es la única definición – sino que es una generalización provocada por las películas y por la idealización de la sociedad, adjudicando a Freud como imagen de esta profesión y olvidándose de otros psicólogos tan importantes como Chomsky o Wundt.
La psicología definida como “ciencia que estudia los procesos mentales, las sensaciones, las percepciones y el comportamiento del ser humano, en relación con el medio ambiente físico y social que lo rodea”, me parece muy acertada. Hay muchos campos que abarca la psicología. Puedes encontrar psicólogos detrás de la puerta de una consulta, en un hospital, a pie de calle, en las aulas de un colegio, en el ámbito penitenciario, en grandes empresas, o en un edificio de investigación, entre otros lugares.
Superhéroes que debemos estar siempre alegres, con las soluciones en la palma de la mano
No está de más desmentir el rol que a veces se considera debemos desempeñar: casi superhéroes que debemos estar siempre bien, alegres, con las soluciones en la palma de la mano. No olvidemos que también somos personas y que sin toda clase de emoción o duda, únicamente seríamos robots. Aunque con tantos avances tecnológicos, seguramente que haya un día en que estas personitas mecánicas tampoco se salven de ser imperfectas.
Con mi experiencia, la psicología social es la que más me acerca a las personas. Puedo tanto acompañarlas en el camino hacia un futuro mejor, como poner un granito de arena para que vean los recursos que tienen y el provecho que se puede sacar de ellos.
En mi corta andadura por la profesión me encontré con una asociación que crea y saca adelante proyectos sociales. Es el apoyo para un gran número de personas de diversas edades y lugares, dándoles la oportunidad de situarse más cerca de su objetivo, de sacarles una sonrisa o de mostrarles nuevos conocimientos. Su nombre es La Columbeta y me ha dado la gran oportunidad de colaborar en sus proyectos, ser una luz para otros nuevos y dar mi mano a la gente a la que van destinados, favoreciendo su desarrollo social e integración social y laboral.
En la Columbeta estoy trabajando con infancia y adolescencia, mi meta desde hace mucho tiempo. Además estamos ayudando a jóvenes a insertarse en la vida laboral, enseñándoles los recursos necesarios para que estén unos pasos más cerca. Para mí es algo que me llena, es una experiencia de la que estoy aprendiendo mucho y siendo así siento que más que un trabajo es una forma de vida, que me acerca a lo que me quiero dedicar y de lo que hoy formo parte.
Esto demuestra que la psicólogía va más allá del diván, siendo posible contar con ella en cualquier ámbito de nuestra vida. Accediendo a ella podemos mejorar, aprender, crecer, o encontrar a alguien que nos acompañe, ya no solo escuchando, sino también ayudando a conocernos un poco más.